martes, 18 de marzo de 2014

ANALFABETAS ILUSTRADOS Por Fernando Rivas

 Vivir cerca a la universidad tiene la ventaja de no usar el transporte público. Se pierde mucho tiempo. Es incómodo por el hacinamiento y el cosquilleo. Prefiero caminar las 7 cuadras de donde vivo y por seguridad, evitar cargar el portátil. Sólo llevo un celular barato y no lo uso en la calle para no correr el riesgo de ser asesinado por algo tan insignificante.

Estudio economía en la Universidad Nacional y vivo en la casa de un pariente lejano. Allí tengo un pequeño cuarto, y el precio incluye la alimentación y el arreglo de ropa. El cambio de ciudad, de vivienda, empezar a estudiar, no me han generado mayores dificultades. Al contrario, me siento afortunado de haber logrado uno de los 50 cupos disponibles para los cuales habían más de 5000 aspirantes.

El ambiente universitario es acogedor. los profesores son excelentes. Profesores quienes han escrito libros y que han trabajado con planes de desarrollo social. Tienen la experiencia empírica, son puntos de referencia, influyen positivamente porque muestran el camino a recorrer. Uno de Ellos afirmó que estábamos en la Universidad para aprender a leer. Que El nos iba a enseñar a leer despacio, por lo profundo, como rumiando las palabras. Ese era el propósito fundamental en un país como Colombia con tanto analfabeto ilustrado. 

Mi nombre es Humberto. Actualmente escribo un ensayo sobre política económica colombiana. Deseo hacer una especialización en Harvard. Para tal fin llené la solicitud de beca en Colfuturo sin el visto bueno de ningún congresista o partido político. Lo cual me coloca en una situación de desventaja. De no ser posible estudiar en el extranjero tengo un proyecto empresarial que va a generar empleo a una pequeña comunidad rural: Cultivo y distribución de Pez Cachama. Además de verduras y hortalizas para los hoteles y restaurantes de Medellín. Prefiero dedicar tiempo y esfuerzo a este proyecto que formar parte de la burocracia estatal. No tengo mentalidad de empleado, ni quiero formar parte del status quo y convertirme así en uno de tantos analfabetas ilustrados que tanto daño le hacen a Colombia. Por esta razón no voté en las últimas elecciones para El Congreso y tampoco lo pienso hacer para las próximas elecciones presidenciales. No voté esencialmente porque no se ha erradicado la corrupción y porque vivimos inmersos en la zozobra de la inseguridad.

Espero que no me vacunen y tenga que pagarles a las bandas delincuenciales una cuota diaria o semanal para poder trabajar y generar prosperidad. Mi propósito no es enriquecerme. No tengo mentalidad de tendero. Pero me preocupa que choferes de buses bajo amenaza de muerte tengan que pagar vacuna. Que al salir a caminar, una actividad libre y placentera, se convierta en el escenario de un atraco, o en el peor de los casos, de un falso positivo. Que al coger un taxi uno no sea victima del secuestro express o del paseo millonario. Que ir al banco se a una actividad comercial y no la posibilidad de sufrir un fleteo. 

Considero que si La Paz abre el camino para la reconciliación y nos permite vivir con seguridad y sin grupos armados, Colombia sería un país con desarrollo y crecimiento económico. No podemos acostumbrarnos a que la violencia forme parte de nuestra experiencia cotidiana, a vivir sin capacidad de reflexión. Es inaceptable que el 80% de la población colombiana sea pobre porque no ha habido una equitativa distribución de la tierra, no ha habido una reforma agraria que industrialice el campo y dinamice el sector exportador. Calculo que por concepto de regalías La Nación le adeuda a cada colombiano $50.000.000 de pesos. Ese dinero bien administrado serviría para  garantizar educación, vivienda, y excelente servicio de salud a cada colombiano. Incluso inversiones en capacitación y creación de micro empresas.

Por último, trato de reflexionar día a día acerca del contexto histórico y social en el que vivo; trato de leer teoría económica desde los economistas Clasicos hasta los economistas Descalzos pasando por la dialéctica materialista de Marx, analizando la problemática del subjetivismo hegeliano y las diferencias entre el valor de uso y el valor de cambio en relación con la plusvalía en la economía de mercado. El análisis del lenguaje es fundamental porque allí depende la claridad en las políticas públicas. Una retórica con lugares comunes, un discurso con falacias, engaña, adormece y no solucionan las necesidades de la población en general. Pero leo despacio, por lo profundo, porque no quiero ser un técnico de la economía o un analfabeta ilustrado. Y esas lecturas las estoy sintetizando en mi ensayo sobre economía colombiana para que no sea una historia novelada acerca de mis experiencias vivenciales, lo cual sería o tendría por título, " La historia de un Mamerto llamado Humberto".

  




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