jueves, 19 de abril de 2012

CONFESIONES DE UN MAL PROFESOR


Sitio Web Gotham Schools, William Jhonson, Versión al Español por Fernando Rivas.


Soy un profesor de educación especial. Mis estudiantes tienen problemas de aprendizaje. Son niños autistas, con problemas emocionales, con déficit de atención, y también, niños con parálisis cerebral. Yo los amo aunque ellos son difíciles de controlar. Sufren por el esfuerzo realizado al contestar las preguntas de los exámenes estandarizados. Esto es frustrante para los maestros quienes debemos encontrar la mejor forma de enseñar y comunicarnos con Ellos. Pero lo que más me sorprende, es que mis estudiantes de secundaria, no sólo tienen que lidiar con sus discapacidades sino también con la presión social ejercida por las autoridades académicas, lo cual, es una mezcla explosiva.

Como usted puede imaginar, mi trabajo puede ser extremadamente difícil. Más allá de cualquier desafío impuesto por mis estudiantes, los recortes presupuestarios y los cambios de política en la educación especial ha incrementado mi capacidad de trabajo drásticamente especialmente en los últimos 18 meses. Mientras el número de estudiantes por aula ha aumentado, el número de maestros ha disminuido porque están siendo despedidos. Los estudiantes con severas discapacidades están siendo asignados a salones donde reciben menos atención individual y tienen que someterse a un currículo impuesto por autoridades burocratizadas.

Y a parte de todo, soy un mal profesor. Esa no es mi opinión; es como he sido catalogado por el Departamento de Educación de la ciudad de Nueva York. En Junio pasado, la directora de la escuela evaluó mi desempeño como "insatisfactorio", en una hoja de evaluación en la cual puso unas Xs en unos pequeños cuadros. Al hacerlo, colocó mi carrera en un limbo. Ese mismo año, mi escuela recibió una calificación de A. Fue muy humillante para mi: Ser un mal profesor en una excelente escuela.

Como la mayoría de los profesores, he tenido algunos días buenos, mi desempeño laboral es aceptable; otros días, son malos. Pero lo mismo le sucede a los estudiantes. En Mayo pasado, el asistente de la directora me observó enseñando en un salón especial o separado de los demás, para estudiantes con severa capacidad de aprendizaje. En esa aula enseñé la asignatura de escritura para estudiantes entre 14 y 17 años, con niveles de lectura de un niño de tercer grado.

Cuando el asistente de la directora entraba al salón, uno de esos estudiantes, una muchacha con disturbios emocionales, comenzaba a gritar y a lanzar los lápices al tablero. ¿Ese comportamiento era el resultado de ser un mal profesor? No lo entiendo.

Después que la alumna terminó de arrojar sus útiles en el salón, la envié a la oficina del decano. Días después recibí la noticia de que mi desempeño académico había sido evaluado como insatisfactorio porque, entre otras cosas, Yo la había enviado a esa oficina en vez de seguir el procedimiento normal, es decir, el manual de disciplina.

Estaba confundido. A principios de este año, el mismo asistente de la directora al observarme me instruyó acerca de cómo enfatizar para que fuera "convincente" en el salón de clase. Un mes después, la propia directora al observarme me dijo que debería enfocarme en las lecciones planeadas puesto que Ella no tenía custionamientos en cuanto a la forma como Yo manejaba el aula de clases. Una semanas después, Ella me había recomendado por escrito a la ciudad para el premio por "excelencia en el salón de clases".¿Era Yo realmente un mal profesor?

En mis tres años en el sistema escolar de la ciudad, había observado a un maestro con 10 años de experiencia convencido, después de unas pocas críticas, que era un terrible maestro. Al cabo de unos meses renunció. Colaboré con otro profesor quién buscó tratamiento psiquiátrico por insomnio como resultado de un intenso cuestionamiento a su labor. Yo mismo pedí ser transferido a otra escuela después de haber sido evaluado "insatisfactorio".

Detrás de todo esto queda, el compromiso de que los profesores tenemos que esforzarnos demasiado en nuestro desempeño laboral. En la nueva escuela donde trabajo hoy, mi "mal desempeño" ha sido la mayor parte del tiempo exitoso. Incluso, dedico tiempo a analizar las lecciones una y otra vez, deseando hacer algo diferente. No porque lo que enseño esté mal, sino porque quiero hacer una mejor labor.

De hecho no sólo quiero enseñar lo mejor como la mayoría de los profesores que conozco, sino que soy un poco perfeccionista. Yo tengo que serlo. Docenas y docenas de estudiantes analizan mi lenguaje, escudriñan mi ropa, mi postura, el día entero. Y si Yo desencajo mis estudiantes me lo hacen notar. Ellos hacen comentarios de mis zapatos, si me he afeitado o no, y la calidad de lo que enseño. Todos somos evaluados el día entero. Esto es lo más agotador de mi trabajo como docente.

La profesión de docente estaba bajo gran presión antes de la ley No Child Left Behind y ahora aún más con los actuales debates acerca de cómo evaluar el desempeño académico. Esos debates parecen basarse en la hipótesis que, al permitirnos enseñar con nuestros propios criterios, estaríamos felices de hacerlo durante todo el año escolar, puesto que, sin ningún esfuerzo por mejorar la calidad de la educación, sólo esperaríamos acumular una buena pensión.

La verdad es que, los profesores no necesitamos de oficiales electos para que nos motiven hacer nuestro trabajo. Si nuestros estudiantes no están aprendiendo, Ellos no lo dejarán saber, al bajar sus cabezas y la forma como pasan sus notas. Ellos levantarán sus manos y preguntarán por aclaraciones. algunas veces Ellos se comportarán como zombis. Pocas cosas son más extenuantes para un profesor que dirigir una clase donde nadie aprende. Los buenos administradores usan el proceso de evaluación para apoyar y ayudar a sus profesores en esos momentos dolorosos de enseñar a unos alumnos que no aprenden y no utilizan la evaluación como pretexto para despedirlos basados en que no producen resultados en los exámenes del sistema escolar, o en el peor de los casos, por no adherirse a sus creencias pedagógicas.

Lo peor de todo, es que mientras más fuerte es la presión, más impacta negativamente en la enseñanza. Cuando Yo tenía a esos oficiales respirando detrás de mi nuca, los estudiantes se convertían en una preocupación secundaria. Yo simplemente hacía lo que el asistente de la directora me decía que hiciera, incluso cuando pensaba que esas ideas eran una locura. Con toda honestidad, mi forma de enseñar probablemente estaba más cerca de ser una actividad incoherente. En una ocasión, el asistente de la directora deseaba que organizara los pupitres de los estudiantes para actividades en la clase, así que cada día los organizaba alrededor del salón, para mostrarle a El que Yo era un buen soldado. Estaba asustado de perder mi trabajo, y mis estudiantes sufrían por ello.

No sobra decirlo, aún con todo el apoyo del mundo, incluso el mejor profesor no puede forzar a sus estudiantes que aprendan. Los estudiantes no son un simple recipiente vacío, esperando absorber información de sus profesores, embutiéndosela a través de lecciones bien estructuradas. Ellos toman sus propias decisiones acerca de lo que quieren o no aprender. Cuando Yo era un adolescente solía permanecer despierto hasta la media noche, hablando con mis amigos, oyendo música o jugando videos. ¿Me afectó en mis exámenes? Indudablemente. ¿Fueron mis profesores responsables por mis decisiones? No.

Mis mejores profesores, a quienes recuerdo hoy, me mostraron un mundo de ideas excitantes. Ellos crearon un ambiente de trabajo donde la discusión y los riesgos intelectuales eran bienvenidos. algunas veces, sus enseñanzas vinieron a florecer muchos años después de haber dejado la escuela. pienso ahora en la señora leonard, la profesora de Inglés que en forma reiterativa me enseño a "escribir acerca de lo que conozco". Una enseñanza que ahora empiezo a entender. Ella no me estaba enseñando a escribir, a propósito, me estaba enseñando hacer riguroso, atento, con los detalles de mi diaria existencia.

No fue su culpa que Yo a los 15 años no hubiera aprendido la lección completamente. Ella estaba plantando las semillas que debían dar fruto en el futuro. No en el corto plazo. Esto es una parte fundamental que nosotros como profesores hacemos, y esta clase de hechos no se evidencian en un examen de evaluación momentánea.

¿Cómo, entonces, deberíamos evaluar a estudiantes y profesores? En noveno grado, mis estudiantes aprenden acerca del método científico. Ellos aprenden que con el fin de colectar una muestra representativa, los científicos controlan variables específicas y evalúan su impacto en otros ambientes similares. Si usted le da a sus estudiantes campos verdes, libros adecuados y mucha atención, es erróneo evaluarlos con respecto a otro grupo de estudiantes que carecen de todas esas facilidades. Es un método inadecuado.

Finalmente, hasta que no proveamos los recursos adecuados tanto a estudiantes como a profesores, no importa de dónde vengan, no podemos decir-con certeza científica- cómo Ellos bien o pobremente se desempeñan. Quizás si empezamos a discutir a partir de este hecho, la educación  comenzará a tener más sentido.









2 comentarios:

  1. Hola, Fernando, este artículo me da mucho que pensar en la forma de enseñar en los EEUU. Tengo una amiga que es maestra y la directora de la escuela le prohibe cada día muchas cosas. Ahora parce que hay leyes en las que no se puede ni tocar a un niño, porque lo consideran abuso sexual. Es decir, no se les puede dar un abrazo cariñoso como compensación por algo bien hecho.
    Por otro lado, el problema que generan los directivos a los maestros, según cuenta el profesor del artículo, hace imposible que un profesor se concentre en la enseñanza si constantemente tiene que rendir cuentas por directrices que se cambian a cada rato. Considero que una de las profesiones más difíciles en la actualidad es la de ser profesor de niños. Se debe tener verdadera vocación, y las nuevas reglas hace que se pierda la vocación.

    Un abrazo,
    Blanca

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  2. La forma de enseñar se ha enfocado en preparar a los estudiantes para contestar preguntas que exigen las autoridades académicas. No es una educación para alcanzar la mayoría de edad, como dijera, Kant, para pensar y ser creativo, sino para ser una persona repetitiva.
    Los grupos de estudio, donde se escoge una novela, todos leen acerca de ella, y después se debate, se intercambian opiniones, se hacen análisis críticos, y finalmente, cada quien debe escribir su propia interpretación, hoy ya no es posible. Los profesores tienen que practicar con sus estudiantes la dinámica de las pruebas impuestas por el departamento de educación.
    De acuerdo al puntaje obtenido,las escuelas reciben fondos, los maestros aseguran su trabajo. Ya no es importante descubrir y estimular las diferentes capacidades de los estudiantes. Lo importante es pasar las pruebas y eso es todo.

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