lunes, 26 de marzo de 2012

UN MUCHACHO PARA SER SACRIFICADO POR ABDELLAH TAÏG

A Boy To Be Sacrified by Abdellah Taïg, autor de la novela, "Una Melancolía Arabe." Este ensayo fue traducido por Fernando Rivas del Inglés. The New York Times, Sunday, March 25 2012.


En la Marruecos de los años 80´s, cuando la homosexualidad no, desde luego, existía, Yo era un pequeño muchacho afeminado, un muchacho para ser sacrificado, con un cuerpo que me humillaba, cargando sobre mi existencia cada hipocresía, y todo lo que se deja de mencionar. En la época en que tenía 10 años de edad, aunque nadie hablaba de la homosexualidad, Yo sabía lo que le sucedía a los muchachos con mi misma tendencia sexual en nuestra empobrecida sociedad; Ellos eran víctimas designadas, para ser usados, con el beneplácito de todos, como objetos sexuales por hombres frustrados. Y sabía que nadie debería salvarme- no incluso mi familia, quienes seguramente me amaban. Para Ellos Yo también era una vergüenza, un obsceno. Un impuro.

Como si fuera alguien más, mi familia me sometió a un terrible, definitivo silencio, en el cual moría un poco cada día.

¿Cómo un niño que ama a sus padres, a sus hermanos, a su cultura de clase trabajadora, su religión- Islam- sobrevive a este trauma? Ser herido e intimidado porque Otros vieron algo diferente en mí- algo percibido en la forma como yo movía mis manos, y cuando gesticulaba. La forma de caminar, de desplazarme. Mi fácil intimidad con las mujeres, mi madre y mis hermanas. Ser categorizado, victimizado, con ese apodo de muchacho "Homo" con pelo largo y jeans apretados, de la misma forma que hoy,  "Los Homos" en las calles de Irak, son asesinados, sus cráneos pulverizados. 

La verdad es, no sé cómo he sobrevivido. Todo lo que he dejado es una prueba de silencio. Y el sueño, nunca haberlo realizado, de que alguien podría haberme salvado. Ahora tengo 38 años de edad. Y puedo afirmar sin fanfarronería: Nadie me salvó.

Ya no recuerdo más al niño, al adolescente, lo que yo era. Sabía que era afeminado y consciente de que ser o comportarme "como eso" era erróneo. Dios no me amaba. Me había extraviado del camino. O algo así. Yo debí haber aprendido la lección. No sólo por mi familia; también por la comunidad en su totalidad. Y la aprendí perfectamente. Mirando retrospectiva mente, me digo a mí mismo, que Ellos ganaron. Esto fue lo que sucedió.

Yo tenía casi 12 años, y en mi vecindario todos me llamaban "la pequeña niña". Incluso las personas con quienes Yo jugaba fútbol usaban ese apodo, ese insulto. También me agredían los adolescentes que solían jugar conmigo los mismos juegos sexuales. Ya no era un niño. Mi cuerpo estaba cambiando, estaba desarrollándose, convirtiéndome en un hombre. Pero Otros no me veían como tal. La imagen de mí mismo que Ellos me proyectaban era extraña e incomprensible. Los intentos de violación y abuso se multiplicaron.

Yo sabía que mi forma de ser no era la adecuada o la que esperaban. Pero ¿Qué podía hacer? ¿Hablar con mi madre, mi hermano mayor? y decirles qué, exactamente?

Una noche de verano de 1995 todo vino a mi mente. Hacía demasiado calor. Todos estaban tratando en vano de dormir. Yo, también, estaba despierto tarde en la noche, en el piso junto a mis hermanas, y mi mamá cerca a mí. De pronto escuché unas voces familiares de hombres borrachos. todos las oímos. El vecindario entero. El mundo entero: Abdellah, pequeña niña, baje. Baje. Despierta y baje. Todos te deseamos. Baje, Abdellah. No sienta temor. No te vamos a lastimar. Todos deseamos tener sexo contigo. 

Ellos se mantuvieron gritando por un largo tiempo. Mi apodo. Sus deseos. Sus crímenes. Ellos hablaban de todo aquello que permanecía sin mencionar en el respetuoso, y demasiado silencioso mundo, donde vivía. Pero Yo ya estaba ausente. Lejos de cualquier análisis, de entender que el problema no era Yo. Simplemente estaba asustado. Muy asustado. Y Yo esperaba que mi gran hermano, mi héroe, se levantara y les respondiera. Que El me protegería, al menos con palabras. No deseaba que los enfrentara a golpes- no. Todo lo que esperaba de mi hermano fue que dijese algunas pocas palabras:" Váyanse. Dejen de molestar a mi pequeño hermano."

Pero mi hermano, el absoluto monarca de nuestra familia, no hizo nada. Todos me voltearon la espalda. todos me asesinaron esa noche. No sé donde encontré fortaleza, pero no lloré. Apreté mis ojos cerrados mas fuertemente. Y con la misma emoción que los cerré clausuré todo lo demás en mí. Después de aquella noche nunca fui el mismo. Para salvar mi pellejo, me suicidé. Y así fue como lo hice.

Comencé a mantener mi cabeza baja todo el tiempo. Corté todo vínculo con los demás niños del vecindario. Alteré mi comportamiento. Me mantuve en constante escrutinio de mi mismo: No mas comportamiento femenino, no más una voz acaramelada, no más estar relacionado con mujeres. No más de nada. Tenía que inventar completamente un nuevo Abdellah. Me propuse ese objetivo con gran determinación y con la convicción de que ese mundo ya no era el mío. Tarde o temprano lo tenía que dejar atrás. Debía madurar y encontrar libertad en otro lugar. Pero mientras tanto debería ser fuerte. Muy fuerte.

Hoy siento nostalgia por Abdullah, el pequeño afeminado. El y Yo compartimos un cuerpo. Pero ya no le recuerdo más. El era inocente. Ahora yo soy solo intelecto. El era natural, sin experiencia. Yo más pensante. El era más espontáneo. Yo soy una persona ensimismada y en constante combate con migo mismo.

En 2006, siete años después de haberme mudado a Francia, y después de mi segundo libro "Le rouge du tarbouche", "Lo rojo del turbante" en venta en las librerías de Marruecos, Yo también, enfrenté a la prensa marroquí en Árabe y en Francés. Escándalo, y apoyo. Enfrenté también el silencio de mi hermano y las lágrimas de mi madre en el teléfono. Publiqué en Tel Quel la revista Marroquí la cual admiro por su postura fuerte y decidida, una carta abierta intitulada, "La Homosexualidad explicada a mi madre." Mi madre murió al año siguiente.

No sé donde hallé el coraje para convertirme en un escritor y usar mis libros para imponer mi homosexualidad en el mundo de mi juventud. Y hacerle justicia al pequeño Abdellah. Para no olvidar el trauma que El y cada homosexual árabe han sufrido.

Ahora, después de un año de haber comenzado La Primavera Árabe, nosotros debemos recordar de nuevo a los homosexuales. Los árabes finalmente se han convencido que Ellos han tenido que inventar un individuo nuevo, un individuo árabe libre, sin el apoyo de sus megalomaniáticos líderes. Los homosexuales árabes también están formando parte de esta revolución, bien sea que vivan en Egipto, Irak o Marruecos. Ellos, también, son parte de esta desesperada necesidad por un cambio en el proceso político y por una liberación del individuo. Y el mundo los debe apoyar y proteger. 

    




1 comentario:

  1. Excelente traducción Fernando, ¡cómo han cambiado los tiempos! qué suerte que ahora hay cada vez menos intolerancia, pues el ser humano es libre de ser lo que desee y de sentir lo que quiera.
    Tengo amigos gays que jamás adivinarías que lo son. me pregunto si ellos tuvieron que pasar por lo de Abdulahh, y reprimir sus instintos.

    Me ha encantado esta entrada!
    Besos!
    Blanca

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