viernes, 16 de marzo de 2012

EL OLOR DE LA GUAYABA

Había venido aquí varias veces como turista y me pareció increíble este país. Mi mujer me animó a tomar la decisión pensando en un mejor futuro para mis dos hijos. Ahora estoy convencido que fue una decisión errónea. Una cosa es mirar los toros desde la barrera, y otra muy diferente, enfrentarse al toro en el ruedo. Porqué lo dice-le pregunte a Victor-tomándonos un café cerca a la Grand Central mientras observábamos caminar a la gente con prisa, con angustia, con esa ansiedad de saber que el tiempo es oro; o con la certeza oculta, que por más que uno corra, la muerte siempre nos alcanza.
Me faltaba un año para pensionarme como médico. Vendí la casa, el carro, y ese dinero me lo he estado gastando en comida y pagando renta. He desistido presentar el examen para ejercer como médico porque vale $10.000 dólares. Mi inglés que pensé era fluido aquí sólo me sirve para leer pero no para comunicarme y trabajar en un hospital. En qué trabaja-lo interrumpí: En una fábrica empacando botellas todo el día por un salario mínimo. Bueno por lo menos tiene trabajo dadas las actuales circunstancias-anote: No crea, ver correr botellas alrededor de uno todo el día, bajo luces de neón, con unas gafas de seguridad que yo las llamo anteojeras porque son similares a la que le ponen a los burros para que no mire a los lados, es denigrante. El reloj lo tengo enfrente y me parece demasiado lento. Pero al mismo tiempo me pregunto para qué tanto afán de llegar a casa y ver a mi mujer quien el otro día me reprochó diciéndome que un Albañil, en este pías, ganaba más dinero que yo que era médico.
Le expliqué a Victor que al emigrar hay una ruptura, una escisión, se pierden espacios, familia, amigos.¿Piensa regresar? Me respondió que si por aquí llueve por allá no escampa.
Tanto aquí como allá- le dije- se encuentra en una misma ciudad, primer mundo y tercer mundo. Todo depende como uno se adapte a un mundo y a una economía cada vez más globalizada. Debería regresar antes que pierda habilidades y destrezas con ese trabajo enajenado. Debería intentarlo y no dejarse morir haciendo lo que no le gusta. Victor se queda pensativo y me dice: Es cierto. Haber venido aquí fue un error. Pero no tiene que ser una condena. Cambiando de tema, me dice, ayer fui al supermercado a comprar guayabas. Usted no tiene idea cómo añoro el sabor y el olor de la guayaba. Me ayudaría a evadir esta realidad que estoy viviendo y transportarme a esa ciudad donde transcurrió mi infancia. Una ciudad rodeada de lozanas montañas,  con casas de escultura sempiterna, y unas calles empedradas que al recorrerlas le parece a uno aproximarse a la ilusión.
De pronto Victor se levanta,y me dice que tiene que madrugar mañana a repartir el periódico de 4 a 6  pues de esta forma ajusta el ingreso para poder sobrevivir. Yo también hago lo mismo y mientras me alejo del Cafe-Bar El Ombligo Del Mundo, tengo la sensación de que pude haber hablado sobre muchas cosas más con Victor,  a quien le deseo que ésta vez, tome una decisión no basada en falsas expectativas.

1 comentario:

  1. Estoy descubriendo en ti una vena de escritor que desde un principio apareció, aunque no muy dibujada al leer por primera vez tus disertaciones sobre Wall Street, pero aquel fue un artículo, mientras que esto ya es una historia, con contenido emocional y pasajes poéticos:
    "Me ayudaría a evadir esta realidad que estoy viviendo y transportarme a esa ciudad donde transcurrió mi infancia. Una ciudad rodeada de lozanas montañas, con casas de escultura sempiterna, y unas calles empedradas que al recorrerlas le parece a uno aproximarse a la ilusión."

    Es muy grato leerte, Fernando, tu blog es un remanso.

    Besos y muchas gracias!
    Blanca

    ResponderEliminar