viernes, 17 de febrero de 2012

COMO LAS MANZANAS DAÑADAS INFECTAN EL ARBOL

The New York Times "How Bad Apples Infect The Tree" Robert I. Sutton
Traducción: Fernando Rivas




Unos años atrás, una ejecutiva de Silicon Valley- a quién llamaré Ruth- me comentó acerca de sus experiencias laborales, específicamente, el trabajar en un ambiente hostil. Ruth hacía referencia a sus colegas quienes le ponían zancadilla, la interrumpían, le hacían el desplante, y sus soluciones las rechazaban y las convertían en problemas mientras Ellos, al mismo tiempo, ofrecían pocas ideas.

Un patrón destructivo solía ocurrir particularmente cuando el grupo tomaba la decisión de despedir a alguien por bajo rendimiento laboral. Cuando Ruth llevaba a efecto las decisiones, los ejecutivos más tarde la criticaban viciosamente por hacer exactamente lo que Ellos le habían dicho que hiciera.

La hostilidad no estaba dirigida sólo a Ruth; rutinariamente cada uno de los miembros del grupo eran tratados con desdén e irrespeto. Gritos, insultos, puñaladas en la espalda, y chismes infectaban las interacciones del grupo, comentaba Ruth.

Incluso entre las personas más fuertes del grupo, el ambiente de trabajo hostil, abusivo, arrogante, podía pasar una severa cuenta de cobro. Como el sicólogo Roy Baumeister demostraron en su artículo "Lo malo se impone sobre lo bueno," personas y eventos negativos se acumulan y afectan de una manera desproporcionada nuestro estado de ánimo, nuestra forma de ser, nuestra salud física, y nuestras relaciones interpersonales.

La hostilidad laboral, más común de lo que se cree, no sólo afecta a las personas; esta también incrementa los costos laborales al hacer que los empleados eficientes renuncien a sus trabajos a tasas alarmantes. Numerosos estudios también han demostrado que los empleados responden al irrespeto y hostilidad de sus jefes y colegas llamando enfermos con más frecuencia, haciendo muy pocas sugerencias, trabajando con desgano y haciendo un trabajo de escasa calidad.

Una persona hostil, abusiva, arrogante, puede desintegrar a todo un grupo de trabajo. eso suele suceder porque los miembros del grupo le dedican más energía a lidiar con la manzana podrida y menos energía a los objetivos y metas del trabajo. Más aún, frustración y hostilidad son contagiosas, que es así como el grupo se infecta.

Cuando le pregunté a Ruth cómo hizo para conservar su paz mental en medio de la adversidad y la arrogancia de los ejecutivos de la compañía, me habló acerca de los consejos recibidos cuando era adolescente por un entrenador de canotaje: Si usted cae de la canoa no luche contra las corrientes. Déjese llevar por el salvavidas y flote con los pies enfrente de usted. De esta forma, si usted es arrojada contra las rocas, usted puede usar los pies para evitarlas, y de esta forma proteger su cabeza y energía.

El mismo día que Ella recibió el consejo, Ruth se volteó mientras trataba de remar con las corrientes en la parte conocida como "El pozo de Satanás" en el Río Americano en California. Después de una salvaje zambullida logró erguir sus pies frente  a Ella, evitar las rocas, no sufrir herida alguna y sentirse llena de júbilo.

Ruth me explicaba que la estrategia, El Pozo de Satanás, le ayudó a sobrevivir a los abusos verbales en las reuniones de trabajo algunos treinta años atrás. Los barbarismos verbales contra Ella era como las rocas que Ella esquivó con sus pies tiempo atrás. Cuando los ataques personales, las miradas de odio y el señalamiento con los dedos comenzaba, Ella enderezaba sus pies bajo el escritorio de su oficina y se decía así misma: "He sido arrojada de la canoa por estos arrogantes, pero Yo sé cómo sobrevivir." 

En vez de sentirse una víctima, Ruth se sentía fuerte y en control. Ella compartió su estrategia con sus compañeros de oficina, y les ayudó a soportar las adversidades y los conflictos de toda índole.

La estrategia de Ruth fue efectiva porque le permitió colocar la hostilidad en otro marco de referencia, con ello evitaba estar emocionalmente atada para "prevenir que el veneno penetrara mi alma", como ella textualmente lo afirma.

En un ambiente de trabajo sano, estar emocionalmente comprometido es grandioso, pero cuando usted no puede escapar a un ambiente de irrespeto, practicar las finas artes de la indiferencia le puede ayudar a soportar la adversidad. 

No estar emocionalmente atado ayuda a no responder a la agresión en la misma forma- y así evitar alimentar el círculo vicioso de la hostilidad.

La estrategia "El Pozo de Satanás" también le ayudó a Ruth a no malgastar su energía emocional batallando en contra de las corrientes que Ella no podía controlar. Reservó su energía para las ocasiones en las que le pudiera sacar provecho, como ayudar a otros a derribar los muros de la adversidad y a pelear pequeñas batallas en las cuales Ella pudiera ganar en contra de los peores abusos.

Aunque contextualizar el problema y ganar pequeñas batallas puede ayudar, ellas son, por decir lo mejor estrategias de corto plazo que alivian temporalmente el problema pero no erradican el daño. Si usted trabaja en un ambiente hostil lo mejor que puede hacer es escapar. Y eso fue lo que eventualmente Ruth hizo; cambió de trabajo a un ambiente más civilizado un año más tarde.

Para prevenir que los empleados renuncien, como lo hizo Ruth, los ejecutivos y las organizaciones deben entender que es más importante eliminar lo negativo que acentuar lo positivo. Investigaciones recientes sugieren que si usted lidera un grupo de trabajo donde la arrogancia, la hostilidad, son perversas, debería empezar por reformar las malas influencias, y de ser necesario, eliminarlas.

En un ambiente de trabajo contaminado de hostilidad, las posibilidades son grandes de que los ejecutivos merezcan parte de la culpa por no reconocerlas a tiempo. Ejecutivos con posiciones de poder con frecuencia no tienen idea de lo que se siente trabajar en un ambiente así, y como su debilidad y su falta de liderazgo están dañando la moral y el desempeño laboral. A los ejecutivos, jefes, administradores, les digo: Deténgase frente al espejo y observe profundamente cómo liderar un grupo de trabajo hostil.
  


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